En primer lugar, debo hacer saber a los lectores que leer esta crítica sin haber visto el séptimo episodio de esta icónica saga sería una gran insensatez. Una vez advertidos, entremos en materia.
Ante todo, despejemos dudas. El despertar de la fuerza no es una mala película. Es una película de aventuras bastante entretenida. No desmerece en exceso el conjunto de la saga, y, probablemente, cuando retorne a la maratón cinéfila en el futuro, la incluiré en el visionado. Unos acertados personajes y unos escenarios respetuosamente recreados (resulta gratificante retornar al alienígena disfrazado)produjeron en un escéptico redactor una grata sorpresa. Pero no dejemos que todo ello nuble nuestro juicio; por primera vez en una galaxia muy, muy lejana, no pretenden contarnos nada. La mitología de la saga no se expande y, en consecuencia, nos hallamos ante el peor episodio de esta epopeya.
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Se dice que esta película es la que los fans estaban esperando, y para ellos está expresamente dirigida. En tanto que yo también soy fan de la saga, y que desde luego esta no es la entrega que esperaba, debemos matizar esta afirmación. Lo cierto es que es una película para fans, pero sobretodo para fans conformistas, simplistas. Aficionados que sólo le piden a estas películas soldados con uniformes blancos, cuatro melodías concretas del maestro Williams, alas X disparando a cazas TIE, señores de negro con voz mecánica y gigantes peludos que rugen. Estrellas de la muerte destruidas con un estornudo o Halcones milenarios siendo absorbidos por campos de energía. Aficionados que admiran no la narrativa mitológica de ascenso, caída y redención del héroe, sino una iconografía específica que jamás debe ser infamada por cualquier intento de ampliarla, enriquecer la trama o ampliar el recorrido histórico. Para aquel aficionado, esta película sea, quizás, la mejor de todas. Pues es rápida, fácil de consumir, y descuida cualquier aburrido intento de explicar una trama o establecer los cimientos de la relación entre personajes. Sin embargo, servidor no es ese tipo de aficionado. Pero no hace falta serlo para observar las graves carencias de este producto.
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Mientras que la caída del lado oscuro de Anakin y la proclamación del imperio a manos de Palpatine transformó la galaxia completamente en apenas 20 años, cuán triste resulta ver como 30 años después de las aventuras de Luke, Han y Leia todo sigue igual. Realmente es un flaco favor a esa trilogía original que tanto veneran, pues nos lleva a la conclusión que los sucesos acaecidos en la batalla de Endor no sirvieron de nada. Nadie fue consciente de la redención de Vader, la Nueva República es una fuerza minoritario y los restos del Imperio (acompañados con burdas referencias nazis) es la potencia predominante, que usa armas del tamaño de planetas para causar terror. Y aquí comienza el festival de la referencia y el reciclaje. De lo que pudo ser un respetuoso regreso que avanzara la historia resultó ser un tributo de dos horas, remake de Una nueva esperanza y con muchas escenas de las otras dos imitadas, dónde retornamos a dramas paterno-filiales, caídas al lado oscuro y ser poderoso en la fuerza que la reanima del letargo (¿acaso el elegido Anakin no había restablecido el equilibrio en la fuerza?) y representa un símbolo de esperanza. Aplaudo las novedades del personaje de Kylo Ren, reconozco el carisma de Finn y sobre todo Rey, y acepto aunque sea reiterativa la idea del Luke retirado a meditar. Pero la absoluta ausencia de riesgo (sí, matar a Han no es arriesgado, es sólo efectista) y la falta de una mayor originalidad se plasman como los mayores defectos de una película visualmente portentosa.
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Es por todos reconocidos que los diálogos de los episodios I, II, III eran mejorables. Algunas interpretaciones eran lánguidas, algunas escenas obvias, y la información se nos ofrecía mediante poco cinematográficas peroratas. Además de adolecer de un exceso digital que en ocasiones empobrece el acabado visual y que con el paso del tiempo perjudicará a la trilogía más y más.
Pero reconozcamos sus grandes virtudes. Su ampliación de la iconografía de la saga era apasionante, así como su manera de magnificar la mitología. Y la historia desarrollada a lo largo de las tres películas, aún con algún error grave en momentos clave (terrible transformación de Anakin tras un sublime desarrollo en
El ataque de los clones y parte de la siguiente, y chapucero atropellamiento de sucesos en los últimos 45 minutos de
La venganza de los Sith), era muy interesante. Palpatine no sería un personaje tan rico de no ser por ellas, así como Vader o Obi-Wan. Se nos contaba una necesaria y notable historia, la cuál se desarrollaba en un escenario cuyas reglas conocíamos y cuya estructura se digería sin problemas. En esta ocasión, sin embargo, se ha puesto tanta atención en lograr un espectáculo trepidante que se ha descuidado el tejido de la telaraña, los necesarios ritmos para que los entresijos de la trama, su escenario y sus personajes se desarrollen de un modo convincente. De ágil todo resulta apresurado (incluso diríamos que la trama se va desarrollando por casualidad), faltan muchas respuestas y quedan muchas puntadas por coser entre bambalinas.
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En definitiva, nos hallamos ante un producto divertido y ameno, visualmente excelente y muy bien producido. Sus personajes son entrañables y sus acciones trazan un relato con elementos de interés. Una película que supone una base con mucho margen para la mejoría, que plantea unos interrogantes que correctamente resueltos podrán dar lugar a una trilogía noble. Pero, por el momento, se queda simplemente en eso. Lo cual la transforma, por tanto, en el peor capítulo de esta saga. El primero en el que se siente que no hemos avanzado hacia ninguna parte, y dónde se percibe, oculta una estafa. Al igual que con juguetes de mercadotecnia, tazas o afiches, uno abandona la sala con la sensación de que únicamente han querido obtener su dinero. Objetivo que yace en toda película, pero en esta ocasión disimulado con prácticamente nada. Estamos ante un lujoso producto de mercadotecnia, dónde la leyenda reluce bonita. Pero, allí dónde el icono adquirió su condición por su trascendencia narrativa y simbólica, aquí la pierde por una mera mercantilización. Una Guerra de las galaxias de cómida rápida.
Hemos llegado, por tanto, al icono vaciado de sentido. 6/10
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Etiquetas: Críticas